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martes, 27 de diciembre de 2016

“Misterio de la navidad de Edith Stein”

“Misterio de la navidad de Edith Stein”


Todos en la vida necesitamos hacer un alto en el camino, especialmente cuando vamos a celebrar un acontecimiento importante, la Navidad.

Edith Stein fue una mujer que nació en 1891 en una familia judía. Durante su juventud se planteó el reto de la búsqueda de la verdad, del sentido de la vida del hombre, de su dignidad. Ello le llevó a hacerse atea, a buscar respuestas en la ciencia, y en su búsqueda se topó con el Cristo que iluminó el sentido de toda su vida.

El escrito que da título a nuestra reflexión, El misterio de la Navidad, es el texto de una de sus conferencias. La impartió en la ciudad de Ludwigshafen a los miembros de la Asociación católica universitaria, el 13 de enero de 1931. La fecha nos dice que Edith, como se desprenderá también del texto, hace una mirada retrospectiva. Ello nos facilita a nosotros el camino.

En una reflexión posterior, preparada por Edith Stein para la fiesta de la Epifanía de 1940 escribía estas palabras que han de orientar nuestra vida, y de un modo particular este tiempo que estamos por iniciar:

“En ellos (los Magos) vivía un deseo puro de alcanzar la Verdad, que no se deja contener en las fronteras de las doctrinas y tradiciones particulares. Dios es la verdad y El quiere manifestarse a todos aquellos que le buscan con sincero corazón; por eso, tarde o temprano tenía que aparecerse la estrella a esos ‘sabios’, para conducirlos por el camino de la Verdad. Por eso se presentan ante la Verdad encarnada y, postrados ante ella, depositan sus coronas a sus pies, pues todos los tesoros del mundo no son sino polvo en comparación con ella.”

Aquí ya encontramos subrayado uno de los elementos que han de caracterizar nuestra vida: “el deseo puro de alcanzar la verdad”. Sabemos muy bien lo que ello implica y significa: que hemos de liberarnos de todo prejuicio frente a las personas, a las cosas, y frente a Dios. Es decir, nunca hemos de conformarnos, si queremos valorar justamente al hermano, con ideas preestablecidas, ya sea por alguna experiencia o porque nos han dicho, o porque simplemente no nos cae bien.

Pero esto mismo nos ocurre frente a Dios. El Adviento ha de ser un camino de preparación y búsqueda: Dios quiere ser buscado siempre de nuevo. Él se deja buscar para dejarse encontrar. Pero para ello necesitamos deponer “nuestras coronas” a sus pies, es decir, nuestras ideas, conceptos, juicios.

En la misma obra sigue escribiendo Edith: “También para nosotros los Magos tienen un significado particular. Aún perteneciendo ya a la iglesia visible, percibimos la necesidad interior de superar los límites de las concepciones y costumbres heredadas. Nosotros conocíamos ya a Dios, sin embargo sentíamos que Él quería ser buscado y encontrado de una manera nueva. Por eso, nos pusimos en camino a la búsqueda de una estrella que nos indicara el camino recto. Y esta llegó a nosotros en la gracia de la vocación.”

También sería importante que por unos segundos nos planteásemos cuáles son esas luces artificiales que nos impiden ver las estrellas, o cuáles son las razones o motivos que nos detienen para seguirlas. Es una sugerencia al inico de nuestra reflexión que recomiendo cada uno examine personalmente después en silencio, en oración. Podría ser nuestra tarea para el adviento.

1. Entrar en el espíritu de la Navidad

“Una fiesta de amor y de alegría”, un dejarnos conducir “hasta el pesebre donde se encuentra el Niño que trae la paz a la tierra” (p. 376). No se trata exclusivamente de un hermoso sentimiento, sino ante todo de un abrir los ojos frente a los valores fundamentales de la vida: el amor, la alegría y la paz. Seguramente todo hombre anhelo eso para su vida, y nosotros también. El misterio de la Navidad, nos recuerda, en primer lugar, lo que merece la pena, lo que da sentido a nuestra vida, a la existencia de todo ser humano. Para nosotros estos conceptos tienen un rostro, aparecen encarnados en el Niño Dios.

2. Un espíritu que no parece brillar

Y quizás la respuesta sea esta: “las tinieblas cubrían la tierra y Él vino como la la luz que alumbra en las tinieblas, pero las tinieblas no lo recibieron. A aquellos que lo recibieron, les trajo la luz y la paz: la paz con el Padre celestial, la paz con todos aquellos que igualmente son hijos de la luz y del Padre celestial....” Aquí tendríamos otro elemento para interrogarnos personalmente: ¿vivimos esa paz? Y la respuesta nos ayudará a valorar si realmente hemos acogido en nuestras vidas al Niño de Belén: ¿le hemos dado posada? ¿Con él nos comportamos como los pastores, los magos, San Esteban? ¿O como Herodes y los escribas y fariseos?

3. Navidad: adentrarnos en la vida de Jesús

Es ahora cuando decididamente emerge el auténtico significado de lo que es la Navidad: Cristo ha venido para unirse a nosotros, para que toda la humanidad sea una en Dios. Pero el camino es el de cumplir con su voluntad.

“Dios se hizo Hijo del hombre para que todos los hombres llegaran a ser hijos de Dios” (381) Sólo esta frase tendría que ser más que suficiente para que captásemos las profundas implicaciones del misterio de la Navidad en nuestra vida.

También el misterio de la Navidad nos revela el modo sencillo de obrar de Dios: todo entorno a Jesús acontece casi en el más estricto de los silencios y de la simplicidad.

Otro gran mensaje de la Navidad es que todos somos hermanos, que el Niño Dios nos invita a vivir de esta manera el espíritu navideño, como el único camino que realmente puede transformar la humanidad: “Si Dios es Amor y vive en cada uno de nosotros, no puede suceder de otra manera, sino que nos amemos con amor de hermanos. Por eso precisamente es nuestro amor al prójimo la medida de nuestro amor a Dios.
La única vía posible es que ahondemos cada vez más en el amor de Dios, que descubramos hasta qué punto Dios me ama...

La dinámica que nos propone Edith, desde el ejemplo de Jesús y María es el de hacer de la voluntad de Dios nuestra única voluntad. Los párrafos de Edith son de una riqueza inmensa, aún en su brevedad. “Ser hijo de Dios significa: caminar siempre de la mano de Dios, hacer su voluntad y no la propia, poner todas nuestras esperanzas y preocupaciones en las manos de Dios y confiarle también nuestro futuro”.

4. Para vivir siempre en el espíritu de la Navidad

 Edith ofrece dos caminos que pueden ayudarnos a vivir, descubrir y comprometer nuestra vida con cuanto la Navidad significa. En la eucaristía y en la oración nos encontramos cara a cara con el Niño dios, con su palabra, con su persona. Él nos sostiene y da la certeza interior de que podemos vivir según su voluntad.



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