CARISMA
DE LAS CARMELITAS DESCALZAS
Todas las que traemos este hábito sagrado del
Carmen
somos
llamadas a la oración y contemplación.
(Santa Teresa de Jesús).
Quiere
decir Santa Teresa con ésto que nuestra vocación es “estar frente al rostro de
Dios vivo” (Sta. Teresa Benedicta de la Cruz – Edith Stein). La regla primitiva
dice que cada uno permanezca en su celda… meditando día y noche en la ley del
Señor y velando en oración. Meditar la ley del Señor es contemplar al mismo
Cristo, plenitud de la Revelación, para asemejarnos a Él ya que nos ha dado
ejemplo con su vida de cómo debemos vivir nosotros. Por eso quien ingrese en el
Carmelo tiene que entregarse totalmente al Señor. Sólo la que valore su lugar
en el coro frente al Sagrario más que todas las glorias del mundo puede vivir
aquí; y aquí encontrará una felicidad como no la puede dar ninguna gloria del
mundo (Sta. Edith Stein).
Esta
entrega absoluta convierte a la carmelita en esposa de Cristo que define la
Beata Isabel de la Trinidad: “Ser esposa de Cristo es entregarse como Él se
entregó; ser inmolada como Él, por Él y para Él. Es ser fecunda corredentora,
engendrar almas a la gracia, multiplicar los hijos adoptivos del Padre, los
recatados por Cristo, los coherederos de su gloria”.
Nuestra
misión como carmelitas es la de formar obreros evangélicos que salven a
millones de almas, cuyas madres seremos nosotras… Una carmelita que no fuese
apóstol, se apartaría del fin de su vocación y dejaría de ser hija de la
seráfica Santa Teresa, la cual deseaba dar mil vidas por salvar una sola alma
(Sta. Teresita del Niño Jesús).
Como
a nuestro segundo padre y guía veneramos al primero de los carmelitas descalzos
de la reforma, San Juan de la Cruz. En él encontramos el espíritu primitivo en
su forma más pura. Al despertar de su conciencia se sintió atraído a la
penitencia, a la soledad, al abandono de todo lo terreno y a la unión con Dios.
El fue quien formó, junto con Santa Teresa, a la primera generación de los
carmelitas y las carmelitas descalzas y, a través de sus escritos, nos enseña
también a nosotros la “Subida del Monte Carmelo”.
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