La fiesta todos los santos de la Orden asume una
práctica común a la vida monástica y demás órdenes religiosas, recordar y orar
por los que nos han precedido en la vida carmelitana, amar primero a Dios;
rezar por los muertos, por todos los muertos, especialmente, por los
domésticos, los prójimos, los parientes, los bienhechores; recordar e imitar a
los Santos.
El Carmelita Bostio, en el siglo XV, afirmaba que
“los verdaderos hijos o hermanos de los santos no son aquellos que están unidos
con lazos de sangre, sino aquellos que imitan sus obras”. En un pequeño poema Santa Teresa
invitaba a sus monjas a caminar hacia el cielo: Caminemos para el cielo, monjas
del Carmelo.
Esto es lo que celebra la Orden del Carmen el 14
de noviembre con la fiesta de todo los Santos de la Orden, el fin del camino o
de la peregrinación, de todos los que han vestido el hábito del Carmen, el
hábito de la Virgen, y que más allá de que hayan sido canonizado o no, gozan de
la presencia de Dios. Es una fiesta de gozo y alegría, pues recordamos el
triunfo de aquellos a los que sentimos como hermanos, con los que hemos
compartido la misma vocación en el Carmelo.
La Madre Teresa nos invitaba: “acordaos de
nuestros padres santos pasados y santos ermitaños, cuya vida pretendemos
imitar” y ” Tengamos delante nuestros fundadores verdaderos, que son aquellos
santos padres de donde descendimos, que sabemos que por aquel camino de pobreza
y humildad gozan de Dios”.
Autor: P. Javier de la Cruz
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