San Juan de la Cruz era un hombre
entrañable, cercano y con una gran capacidad de relación. Sobrio siempre, con
la moderación de quien ha aceptado ser templado por la vida primero, por Dios
después, chocaba con su querida Teresa
de Jesús, como ella misma reconocía. Pero eso no le impidió entrar en el
diálogo más profundo con ella. Ese diálogo es una muestra de la actitud que
caracterizó a Juan, siempre abierto a compartir, a aprender y a darse a sí
mismo.
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